Hace una semana a la vuelta de un día de campo en vispera de feriado me empecé a sentir incomodo, inestable, sin ganas de nada. No cené, rechacé una invitación de mi amiga para una fiesta electrónica en el centro de la ciudad.
Esa noche me dormí temprano, como a la 1 de la mañana. Y ahí empezó la pesadilla, la fiebre, los sueños, esos sueños más inexplicables que lo habitual, la confusión, la sed, las ganas de vomitar.
Después de la larga noche las nauseas me despertaron, salté de la cama, corrí al baño y ahí me despedí de los alimentos ingeridos en los últimos días.
Después de vomitar una extraña calma me invadió y lentamente las cosas volverían a la normalidad.
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