Por Pablo Strozza.
Revista Rollingstone
La banda comandada por Paul Banks brindó un excelente show, ante un teatro atiborrado de fanáticos.
Interpol. Autor: Juan Hein
Y es que la banda neoyorquina confirmó en vivo lo que muchos sospechábamos tras escuchar sus tres discos: que son cosa seria. Un cantante con todas las letras, que llega sin esfuerzo a cualquier lado y que, caray, emociona (Paul Banks). Un bajista que aprendió todo de Simon Gallup, y con dominio de la escena –desde las sombras- apabullante (Carlos Dengler). A eso hay que sumar a un reloj cucú que hace las veces de baterista, un tecladista modesto pero oportuno, y un violero un poco cirquero, pero que no desentona. Una máquina de sonido.
Hay ecos a la épica de Joy Division, The Cure, Echo and The Bunnymen y el primer U2, sin dudas. Pero el mérito de los neoyorquinos es adaptar esa oscuridad sin que quede en el cliché. Un Banks que se dirigió a la audiencia en un castellano perfecto brilló a cada momento, pero llegó a la cima en los bises, al interpretar “NYC” y “Stella Was a Diver and She Was Always Down”, gemas de Turn on the Bright Lights, su primer álbum. En definitiva: la tribu dark argentina ya encontró un nuevo referente, que viene de la Gran Manzana. Ojalá que vuelvan.
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