viernes, 3 de agosto de 2007

“La violencia del rock argentino tiene que ver con la invasión de la cultura del fútbol en los recitales”


Para el periodista especializado en el mundo rocker, tragedias como la de Cromagnon son inevitables en un país en el que, a diferencia de otros, la violencia está instalada en el público. Asegura que, al igual que las actitudes poco tolerantes de los hinchas en una cancha, en estos espectáculos musicales “el que toma de más enseguida va a pelear con el del lado”.

Sergio Marchi estuvo en la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC en el marco de la Semana del Comunicador, actividad llevada a cabo recientemente en la que el prestigioso periodista especialista en la cultura rock brindó una conferencia sobre la actualidad del género.

La lista de medios de comunicación por los que Marchi paseó su intelecto rocker incluye al diario Clarín, la revista Rolling Stones y la radio Rock and Pop, entre otros. Desde allí se dedicó a cultivar una trayectoria que corre en paralelo a los movimientos de este estilo musical, que le permitió asentar en su último libro la historia del rock nacional, su pulso en los tiempos que corren y los indicios que desembocaron en la tragedia de Cromagnon.

Con más de 23 años de carrera profesional en los entretelones de este tipo de música, analizó junto a Hoy al Universidad el porqué de la tragedia del 30 de diciembre de 2004 en el barrio de Once.

-¿Por qué tu libro se llama el rock perdido?
-Es una frase de un tema de Andrés Calamaro y resumía lo que yo quería decir sobre el rock, que en algún momento se perdió y dejó muchas cosas en el camino. Cuando me propusieron hacer el libro decidí decir lo que pensaba sobre la tragedia de Cromagnon, aunque no fuera lo mas político del mundo, yo no iba a decir “pobres chicos que han quedado desbastados por el sistema y los han llevado a una tragedia”. No, hay que decir las cosas como pasaron: hubo un loco del público con una bengala y si no pasaba esa noche, iba a pasar en otro momento.

-¿Por qué pensas que era inevitable que suceda algo así?
-Yo veía venir esta tragedia desde que la cultura futbolera apareció en los recitales, cuando el rock fue invadido con los códigos de la tribuna y se generalizó el imperio de la manada. Lo percibí claramente en los recitales de Los Redondos, en Villa María y Tandil, a mediados de los ’90. Hoy, si vas a un recital, tenés que someterte al apretujamiento, a los empujones. Además, no me parece que el rock sea una fiesta porque hay bengalas, alcohol y banderas; no creo en los códigos de una fiesta que impone los códigos. Porque puede haber todo eso y, a la vez, ser lo más triste del mundo. Cromagnon es eso: una tragedia, y lo peor que puede pasar es que no aprendamos nada.

-¿Esta actitud del público se puede relacionar con los procesos de violencia cada vez más comunes en nuestro país?
-Acá se ha generado una violencia muy especial. Yo vengo de Dinamarca, fui a Roskilde, el festival de rock más importante de Europa. Ahí murieron en 2000 nueve personas aplastadas contra el vallado, pero todos recapacitaron y se tomaron las medidas de seguridad. Lo que me llamó la atención de ese lugar es el público. Como acá, todos estaban borrachos, pero nadie molestaba al otro. En cambio en la Argentina, el que toma demás enseguida va a pelear con el del lado. Entonces, me di cuenta de que la violencia es del rock argentino y tiene que ver en gran parte con los códigos del fútbol.

-Con respecto a las catástrofes en los recitales en diferentes partes del mundo, ¿considerás que ocurrieron por las mismas causas que Cromagnon?
-No, porque lo que pasó acá tiene un acento cultural muy importante, el comportamiento de la gente en ese momento llevó a la tragedia.

-¿Cuál es la responsabilidad de Callejeros?
-Creo que son culpables. Ellos dicen que nunca ingresaron las bengalas pero dejaron hacer, jamás dijeron “córtenla con las bengalas, no nos gustan”. Además, parece que ellos las entraban con el flete y por eso no tocaban en teatros, aunque de esto no hay pruebas. Un conocido de mucha confianza, que trabajaba de seguridad en Obras para el show de Callejeros, me contó que una pareja con un nene de dos años intentó pasar las bengalas en la mochila de su hijo. Ahí comprendés que el sentido común ha sido totalmente desbastado y, con esos signos, qué duda cabe que una catástrofe iba a ocurrir tarde o temprano.

-¿Crees que el rock hizo una autocrítica por lo de Cromagnon?
-Hay un debate y eso es bueno, pero no hay conclusión clara. Lo único cierto es el tema de las bengalas, porque los músicos no las permiten en los recitales. Pero en el público todavía hay pibes que quieren prenderlas porque es el folcklore del rock. Si una banda tiene que hacer que la gente cante, agite banderas o prenda bengalas, es que no tiene mucho para decir y necesita ese poder del público para brillar.

-¿Callejeros debería volver a tocar?
-Sí, no sólo porque son músicos y tienen ese derecho que la Justicia no les quitó, sino porque me parece que si no los dejás tocar, creás un mito. Además, como dijo un psicólogo, muchos de los chicos que estuvieron en Cromagnon quizá necesiten ese duelo, poder ir a un recital y verlos hasta el final.

-¿Qué opinas sobre el nivel del rock argentino hoy?
-Creo que hay mucha mediocridad. Empezamos con un rock de muy alto nivel con Almendra o Los Gatos y se deterioró en los ‘90, cuando el concepto de hinchada cobró protagonismo en los recitales y los músicos en el escenario quisieron complacer al público en vez de procurar su propia satisfacción artística. A eso se suma la industria discográfica, que busca maximizar sus ganancias con un mismo producto. Así, si a una banda le va bien, hacen cinco cortes para la radio, editan un DVD, después realizan un disco en vivo, luego el show para adelantar los temas del disco, otro para presentar esos mismos temas y el recital de despedida. Si no hay creación nueva y las discográficas manejan los tiempos, no va a cambiar el rock, por lo menos de acá a unos años, excepto que aparezca un bocho, pero no creo.

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